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Dienstag, 1. November 2011

El tigre, el perro y la rata


Un cuento de transición

De Tabea Hirzel

El naufrágio

Un jueves por la mañana, en una isla desolada del Pacífico se encalló un cargero. Por suerte se pudo salvar toda la tripulación. Solo un pequeño perrito quedó atrás. No lo habían visto durante el rescate. Tiene hambre y está buscando comida cuando descubre otro ser vivo en la oscuridad del bosque. 
 Nunca antes había visto algo parecido. Parecía un gato, pero más grande. 
“¿No será esto un tigre?”, murmura a sí mismo. 
El ser ya se le había aproximado y dice, de forma poco humilde: “¡Exácto! Soy el rey de la jungla, y esto es una jungla, ¿verdad? Bueno, entonces sigueme, yo sé el camino!”
En aquel instante se acuerda el perro. Había visto al tigre antes, ahí en la barca grande. Entonces estuvo encerrado en una jaula. No sé fía, este tigre sabrá tanto de la jungla como él de la vida de un lobo. 
Así contesta: “Déja, voy a esperar a mi dueño, vendrá en cualquier momento a recogerme.” 
El tigre se ríe: “Crees que eres el único perro? Tu dueño tendrá cosas mejores que hacer.” 
Cuando ve como se deprime, el tigre suaviza sus palabras: “Venga, vamos a explorar la playa, así veremos tu dueño cuando venga.”

La chavola

Al poco tiempo descubren una chavola. Desde cerca está en mejores condiciones de lo que parecía a primer vista. Tiene un techo sin desperfectos, una mesa, una cocina, e incluso algo de jamón y queso en lavadero. 
“¡Noooo ooos atrevéis de comer un trozo de eso!” chilla una voz de pito. 
Pero no ven a nadie. Hasta que se acostumbran a la tienebra. Ahí está, en la esquina, en la sombra, una rata gris. Se ha puesta de pie y los mira de forma desafiante.
¿También llegaste con nuestro buque?” pregunta el perro. 
“No es un buque, es un barquito, objeta el tigre. 
El perro lo mira con condescendencia, "¿que sabrá alguién que pasó todo el viaje en una jaula?" 
La rata interrumpe su pelea: “No, yo estoy aquí desde siempre.” 
“Esto no es posible”, corrige el perro sabihondo, “no hay ratas en islas pacíficas que estaban desde siempre. Os han traído a todos, los navegantes.” 
El tigre rula los ojos y masculla: “Ignorante sabelotodo...”

Reglas

Deberiamos poner un par de reglas,” propone el perro. 
“¿Reglas? ¿Para qué?” pregunta la rata sorprendida. 
“Para repartir la comida”, explica el perro. 
“Y para que no nos comemos unos a los otros” se rie el tigre. 
“Pero, si queréis que comparta mi comida con vosotros me tendréis que ayudar en cambio”, opina la rata. 
“Por supuesto”, entra el perro, “serás salvado junto a mí, cuando venga mi partón y te prometo que no te comeré.” 
“Entonces te podría comer yo antes”, dice el tigre con voz burlona y se tumba en la playa. Ya se ha cansado de las tonterías del perro. 
Cuando el perro ve como se tumba el tigre, exclama: “¡Genial, quédate ahí, así verás cuando venga mi patrón. Mientras organizaré la comida.” 
“¡Pero si ya hay comida!”, piensa la rata y se tumba al lado del tigre.
Algo más tárde vuelve el perro con un pollo. 
El tigre se alegra y se pone a devorarlo cuando le frena el perro: “Primero yo, soy el más importante aquí. Sin mí, no os llevará mi patrón a nadie de vosotros.” 
“No queremos ser llevados,” dice el tigre y echándole una mirada a la rata, “¿no dijiste que no te comarás a nadie?” 
“Sí,” contesta el perro. 
“Pero este pollo lo has matado.” 
“El pollo no cuenta, no es un mamífero” replica el perro. 
La rata se queda poco convencida pero se calla.

El estado de excepción

Hoy, el perrito ha matado al último animal de la isla. El tigre está ya todo flaco, pero como es más grande que los otros dos, por lo menos alcanza de vez en cuando un pez del agua. Sólo la rata está en buen estado. Sigue comiéndo frutos de bosque y hierbas que encuentra en la jungla. 
“Tal vez deberíamos comer la rata”, comenta el perro al tigre. 
“Pero si tampoco da para más que cualquiera de los pececillos que pesco. Además, habíamos acordado de NO comernos unos a los otros.” El tigre arruga su frente. 
El perro se pone nervioso: “Sí, en principio sí. Pero esto es un estado de excepción! En tal situación la regla no se aplica.” 
“Así?”, el tigre se vuelve muy pensativo y pierde hasta el apetito de comerse el pobre pescado que tiene delante.

El navío

En aquel instante descubren un navío en la lejanía del Océano y observan como se acerca rápidamente. 
“Viene mi patrón”, exclama el perro con alegría, ”seremos salvados!” 
“Pero si este barco es aún más pequeño que él de tu patrón” critíca el tigre. 
“Nunca oíste hablar de la evolución?”, comenta el perro. 
“Pero estos han evolucionado más que sólo su barco”, dice el tigre y cierra los ojos para ver mejor, “ninguno de los humanos en nuestro barco tenía el aspecto que tienen estos.” 
“Eso es, esto es la evolución”, le alecciona el perro con entusiasmo. 
“Que cansino!”, piensa el tigre, “evoltución, evolción, evol...”

Buena comida

Tres canoes de madera amarran en la playa y hombres y mujeres semi-desnudos se bajan. Una mujer les dispara con una flecha. 
“Buena comida”, dice con una sonrisa al hombre que tiene al lado. 
El tigre ya quiere huír en pánico cuándo otro hombre se le acerca con una cadena de flores y se inclina delante de él y dice: “Alabado seas gran rey de la jungla!” 
El tigre casi no se puede creer su suerte cuando ve a la rata. Está llorándo, sentada al lado del perro, herrido por la flecha, y le pone hierbas en la herida intentando de curarlo. 
“Perrito tonto, por favor, no lo comáis. No sabe lo que hace. Estuvo toda su vida en un barco,” suplica. 
Los humanos están comovidos y ayudan a sanar al perro. 
Pero la rata la veneran como a un dios. 
“Eres realmente iluminada”, dice el hombre, "protegeremos tu isla y os traeremos comida todos los días". 
Unos niños se acercan y traen pan y queso. Los humanos se despiden. Desde entonces, el tigre, el perro y la rata vivieron juntos en esta isla en paz.