Un cuento de transición
De Tabea Hirzel
El naufrágio
Un jueves por la
mañana, en una isla desolada del Pacífico se encalló un cargero.
Por suerte se pudo salvar toda la tripulación. Solo un pequeño
perrito quedó atrás. No lo habían visto durante el rescate. Tiene
hambre y está buscando comida cuando descubre otro ser vivo en la oscuridad
del bosque.
Nunca antes había visto algo parecido. Parecía un gato,
pero más grande.
“¿No será esto un tigre?”, murmura a sí mismo.
El ser ya se le había aproximado y dice, de forma poco humilde:
“¡Exácto! Soy el rey de la jungla, y esto es una jungla, ¿verdad?
Bueno, entonces sigueme, yo sé el camino!”
En aquel instante se
acuerda el perro. Había visto al tigre antes, ahí en la barca
grande. Entonces estuvo encerrado en una jaula. No sé fía, este
tigre sabrá tanto de la jungla como él de la vida de un lobo.
Así
contesta: “Déja, voy a esperar a mi dueño, vendrá en cualquier
momento a recogerme.”
El tigre se ríe: “Crees que eres el único
perro? Tu dueño tendrá cosas mejores que hacer.”
Cuando ve como
se deprime, el tigre suaviza sus palabras: “Venga, vamos a explorar
la playa, así veremos tu dueño cuando venga.”
La chavola
Al poco tiempo
descubren una chavola. Desde cerca está en mejores condiciones de lo
que parecía a primer vista. Tiene un techo sin desperfectos, una
mesa, una cocina, e incluso algo de jamón y queso en lavadero.
“¡Noooo ooos atrevéis de comer un trozo de eso!” chilla una voz
de pito.
Pero no ven a nadie. Hasta que se acostumbran a la tienebra.
Ahí está, en la esquina, en la sombra, una rata gris. Se ha puesta
de pie y los mira de forma desafiante.
“¿También
llegaste con nuestro buque?” pregunta el perro.
“No es un buque,
es un barquito, objeta el tigre.
El perro lo mira con
condescendencia, "¿que sabrá alguién que pasó todo el viaje en una
jaula?"
La rata interrumpe su pelea: “No, yo estoy aquí desde
siempre.”
“Esto no es posible”, corrige el perro sabihondo, “no
hay ratas en islas pacíficas que estaban desde siempre. Os han
traído a todos, los navegantes.”
El tigre rula los ojos y
masculla: “Ignorante sabelotodo...”
Reglas
“Deberiamos
poner un par de reglas,” propone el perro.
“¿Reglas? ¿Para qué?”
pregunta la rata sorprendida.
“Para repartir la comida”, explica
el perro.
“Y para que no nos comemos unos a los otros” se rie el
tigre.
“Pero, si queréis que comparta mi comida con vosotros me
tendréis que ayudar en cambio”, opina la rata.
“Por supuesto”,
entra el perro, “serás salvado junto a mí, cuando venga mi partón
y te prometo que no te comeré.”
“Entonces te podría comer yo
antes”, dice el tigre con voz burlona y se tumba en la playa. Ya se
ha cansado de las tonterías del perro.
Cuando el perro ve como se
tumba el tigre, exclama: “¡Genial, quédate ahí, así verás cuando
venga mi patrón. Mientras organizaré la comida.”
“¡Pero si ya
hay comida!”, piensa la rata y se tumba al lado del tigre.
Algo más tárde
vuelve el perro con un pollo.
El tigre se alegra y se pone a
devorarlo cuando le frena el perro: “Primero yo, soy el más
importante aquí. Sin mí, no os llevará mi patrón a nadie de
vosotros.”
“No queremos ser llevados,” dice el tigre y
echándole una mirada a la rata, “¿no dijiste que no te comarás a
nadie?”
“Sí,” contesta el perro.
“Pero este pollo lo has
matado.”
“El pollo no cuenta, no es un mamífero” replica el
perro.
La rata se queda poco convencida pero se calla.
El estado de excepción
Hoy, el perrito ha matado al último animal de la isla. El tigre está ya todo flaco,
pero como es más grande que los otros dos, por lo menos alcanza de
vez en cuando un pez del agua. Sólo la rata está en buen estado.
Sigue comiéndo frutos de bosque y hierbas que encuentra en la
jungla.
“Tal vez deberíamos comer la rata”, comenta el perro al
tigre.
“Pero si tampoco da para más que cualquiera de los
pececillos que pesco. Además, habíamos acordado de NO comernos unos
a los otros.” El tigre arruga su frente.
El perro se pone nervioso:
“Sí, en principio sí. Pero esto es un estado de excepción! En
tal situación la regla no se aplica.”
“Así?”, el tigre se
vuelve muy pensativo y pierde hasta el apetito de comerse el pobre
pescado que tiene delante.
El navío
En aquel instante
descubren un navío en la lejanía del Océano y observan como se
acerca rápidamente.
“Viene mi patrón”, exclama el perro con
alegría, ”seremos salvados!”
“Pero si este barco es aún más
pequeño que él de tu patrón” critíca el tigre.
“Nunca oíste
hablar de la evolución?”, comenta el perro.
“Pero estos han
evolucionado más que sólo su barco”, dice el tigre y cierra los
ojos para ver mejor, “ninguno de los humanos en nuestro barco tenía
el aspecto que tienen estos.”
“Eso es, esto es la evolución”,
le alecciona el perro con entusiasmo.
“Que cansino!”, piensa el
tigre, “evoltución, evolción, evol...”
Buena comida
Tres
canoes de madera amarran en la playa y hombres y mujeres
semi-desnudos se bajan. Una mujer les dispara con una flecha.
“Buena
comida”, dice con una sonrisa al hombre que tiene al lado.
El tigre
ya quiere huír en pánico cuándo otro hombre se le acerca con una
cadena de flores y se inclina delante de él y dice: “Alabado seas
gran rey de la jungla!”
El tigre casi no se puede creer su suerte
cuando ve a la rata. Está llorándo, sentada al lado del perro,
herrido por la flecha, y le pone hierbas en la herida intentando de
curarlo.
“Perrito tonto, por favor, no lo comáis. No sabe lo que
hace. Estuvo toda su vida en un barco,” suplica.
Los humanos están
comovidos y ayudan a sanar al perro.
Pero la rata la veneran como a
un dios.
“Eres realmente iluminada”, dice el hombre, "protegeremos
tu isla y os traeremos comida todos los días".
Unos niños se acercan
y traen pan y queso. Los humanos se despiden. Desde entonces, el
tigre, el perro y la rata vivieron juntos en esta isla en paz.